
Una mañana cálida y relajante, el sol que siempre se despierta temprano, intenta despertarme de ese hermoso sueño que no puedo dejar sin terminar y ya es hora es hora de decirle: Hola, a mi amigo el sol. Tomo coraje, uno de mis ojos se abre y a continuación el otro, luego me levanto y me siento en la punta de mi cama. Durante unos minutos miro el resplandor de el gran amigo que me despierta cada mañana. Abro las ventanas para que su luz invada mi habitación, el sol todavía no esta del todo despierto esta casi... se podría decir.
Todo el día, a cada rato miro a ver donde se encuentra, que andará haciendo? Regresando a casa lo encuentro, lo veo reflejado en el enorme espejo, que para mi es el agua... ya se esta encaminando para dormir, mañana tiene que madrugar, cuando toca el agua, un pequeño silbido llena mis oídos, ya es hora de decirle: Chau...